domingo, 30 de septiembre de 2007

UNIONES CIVILES


Mi desconocimiento de la jurisprudencia y la osadía de la que soy poseedora en grado sumo, me llevan a conjeturar una consideración con respecto a la unión matrimonial y su limitación de que sólo puedan optar a ella dos personas.

El matrimonio, o las parejas de hecho, suponen a mi modo de ver, una declaración de intenciones convivencial y la creación de una comunidad de bienes libremente elegida entre dos individuos, extensible a su progenie hasta que ésta adquiera la mayoría de edad.

Las consideraciones morales y religiosas, desde que estamos en un estado laico aconfesional, una vez equiparadas las uniones homosexuales al matrimonio heterosexual, quedarían en el plano personal sin incidencia en el aspecto legal del enlace.

Sin embargo, pienso que las leyes siguen incidiendo excesivamente en el aspecto sexual del maridaje, que según mi criterio, debería de quedar al margen de la voluntad de convivir y de la constitución de la sociedad económica consustancial al casamiento.

Así pues, ¿Por qué no pueden casarse dos religiosos que pueden convivir sin coyunda, o tres personas que desean compartir techo y hacienda, o cuatro matrimonios que deciden compartir hábitat y educación de los hijos, o cinco parejas de jubilados que eligen gestionar su propio geriátrico?

En nuestra sociedad, en la que tantas personas optan por alejarse del modelo tradicional de familia, resulta chocante que tres o más seres humanos no puedan decidir libremente transmitirse sus bienes, compartir su economía y convivir sin tener que especificar la opción sexual que practican.

Parece que nuestros legisladores están anclados en modelos organizativos obsoletos, cada vez más alejados de la realidad de nuestros hogares y que no tienen en cuenta la casuística social de los ciudadanos y ciudadanas de este país.

Podría decirse que piensan que todo el monte es orgasmo.

En Pamplona/Iruña 26/09/2007
Lolita Calamidad

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