domingo, 14 de octubre de 2007

SENTIMIENTOS VERSUS POLÍTICA


(En respuesta al artículo “Pasar de apadrinar a hacer política” de Puri Pérez Rojo. El País 9-X-07)

Al parecer de algunos “pensadores”, nosotros “la gente”, el vulgo, no nos cuestionamos las causas de la desigualdad social ni somos proclives al análisis global, pues basamos nuestras decisiones y opciones en impulsos emocionales, a modo de instintos básicos incapaces de sutilezas intelectuales... ¿qué les parece?

Según esta apostólica seguidora de Pere Saborit, las familias de acogida deberían plantearse “actos políticos” y no “actos de ayuda”, porque el corazón ha de estar desvinculado de lo político y social.

Opino que esta mordaz crítica, casi tachando a tales familias de consumidoras de productos humanos, es una arbitraria, agresiva, falaz e injusta intromisión en el ámbito de lo privado, que el propio sentido común opone a lo público.

Las emociones, por ser íntimas, domésticas y privadas, no conciernen al análisis social que, para ser riguroso, debería desvincular las motivaciones personales de los efectos globales. ¿Acaso al tratar de la institución matrimonial nos cuestionamos las razones particulares por las que cada uno se casa? ¿Cuando hablamos del aborto, la planificación familiar, la fecundación in vitro... importa ahondar en los impulsos emocionales que motivan tales elecciones? o bien, ¿Se puede acusar a los cooperantes de primar sus sentimientos sobre su conciencia social; sería lícito indagar en las razones privadas que determinan su decisión?

Es decir: ¿Hay que extirparse las emociones para hacer política? Antes de adquirir un compromiso social ¿Conviene amputarse el corazón? y, en definitiva, ¿Suceden los cambios sociales al margen de las emociones?

Srta. Pérez, parafraseando sus propios (o saborinianos) postulados, yo diría que a la hora de juzgar a los demás, ignora usted lo que realmente pensamos-sentimos-razonamos; se lo imagina por nosotros y lo decide por su cuenta (desde la atalaya intelectual en que sus emociones privadas la han encumbrado, separándola de la chusma). ¿Cuál es su opción: revolución sin emoción?

Desde luego puede ser un lema muy apropiado para los replicantes biónicos del siglo XXII; pero, de momento, sólo le recuerdo que “la gente” no somos tontos.

Por favor, póngase a la fila de los listos que están dispuestos a pensar e incluso a decidir por nosotros.

En Pamplona/Iruña a 14 de octubre de 2007
Lola Martínez Sobreviela, de las huestes del vulgo.

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