martes, 30 de octubre de 2007

LA BANDERA



Hay quien se enzarza en estériles batallas por colocar o quitar banderas, provocando una caterva de sentencias y valoraciones de escaso fundamento y menor eficacia, derrochando (unos y otros) esfuerzos dignos de mejor encomio.

A fin de cuentas son telas de colores y podemos caer en la tentación de coger repulsión a alguno de éstos por el mero hecho de estar en el pendón antagónico, sufriendo una urticaria cada vez que un nacionalista periférico ve un cartel circense, con los tradicionales rojo y amarillo, o una gastritis aguda, caso del constitucionalista (¡vaya eufemismo para no llamarse nacionalista español!) que elija en una taberna de la Estafeta un pintxo a base de huevo, pimiento verde y remolacha cual bicrucífera ikurriña.

Siempre se ha dicho que los colores están para los gustos, no para los disgustos, y pienso que donde mejor estarían las inservibles oriflamas sería en la cocina, cumpliendo un doméstico servicio como trapo de cocina.

Y para aquellos que están dispuestos a morir (y matar) por ella, les recomiendo que la guarden en lo más hondo de su ser. Por vía rectal y almidonada.

En Pamplona/Iruña a 30 de octubre de 2007
Juanito Monsergas

No hay comentarios:

Publicar un comentario