lunes, 16 de junio de 2008

MIEMBRA


La utilización del término miembra por parte de la recién estrenada ministra de Igualdad ha desatado una virulenta polémica sobre la conveniencia o no de especificar el género en ciertos vocablos.

A nadie se le escapa la herencia de modos y costumbres del lenguaje que dejan entrever un pasado no demasiado presentable ni respetuoso con las féminas.

¿Por qué sino tenemos en tanta consideración a los hombres públicos y en tan poca a las mujeres del mismo rango? ¿Cuál es la razón de aplicar significados tan diferentes cuando él es un zorro y ella una raposa? Si uno está hecho un toro ¿Su mujer es una vaca? Si consideramos un cuadro una obra de arte ¿Qué nos sugiere una cuadra?

A mí, ignorante de por qué actor deriva en actriz mientras doctor no lo hace en doctriz y por qué existen alcaldesas y no agentesas o tenientesas de alcaldesas, el palabro en cuestión se me atraganta en la oreja como si llevara una hache entre la i y la e.

A pesar de que la Academia ya se ha pronunciado calificándolo de incorrecto, dado que el sustantivo es un nombre común definido por el artículo que lo precede, me temo que el lenguaje pertenece a los hablantes y si el dicho se generaliza no habrá catedrático que lo frene. A fin de cuentas la literaria lengua de Cervantes vino de la degradación del latín.

No creo que el uso de dicha expresión sea el mayor problema de la empobrecida sintaxis del castellano y cabría preguntarse si, desviando la atención de nuestro ombligo, el drama no estará en, como afirman los responsables del Proyecto Genográfico, la pérdida en nuestro planeta de una lengua cada dos semanas o, para ser más exactos, de quienes las usan.

En Pamplona/Iruña a 16 de junio de 2008
Juanito Monsergas

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