
En la edición de Diario de Noticias del 30 de mayo se recoge una carta que, bajo el título De cruces y Biblias, se afirma que “tanto fieles como infieles debemos explicaciones y responsabilidades a aquel que murió en la cruz”. Creyentes y escépticos debemos rendir pleitesía a dios. O sí o también.
Y ya que el “santísimo”, hacedor de tantas maravillas como consentidor de infinitas desgracias, guarda un hermético silencio, obedezcamos a sus exégetas cuando pontifican cómo tenemos que constituir nuestras familias, cuántos hijos debemos tener, cuándo nos tenemos que morir y qué dudas nos tenemos que tragar ante cuantas verdades absolutas nos pretendan inculcar.
Afirma que quien no comulga con su confesión “poco o nada puede desarrollar como persona”. Por lo visto, los impedimentos ocasionados por los estamentos católicos hasta admitir a regañadientes (o directamente no admitir) las evidencias científicas que poco a poco nos van descubriendo el mundo, favorecían entendimiento y progreso humanos.
Pretender que el ámbito espiritual (individual y escogido) no invada lo social y político es para el airado escritor síntoma de estar perdidos y no enterarnos de nada. Del laicismo galopante que azota nuestra existencia y del Ministerio de Igualdad que, “lejos de una verdadera justicia de oportunidades hombre y mujer”, se enreda en discriminaciones sin entender que todos somos seres humanos.
Habiendo otorgado a la mujer el carácter de persona con trascendencia y manifestado que la valía está por encima del género, le aconsejo que dirija sus misivas al Vaticano para que tomen buena nota de ello y las féminas puedan “trascender” al sacerdocio. Y, quien sabe si en un futuro no muy lejano, ocupar la cátedra de san Pedro.
En Pamplona/Iruña a 31 de mayo de 2008
Juanito Monsergas
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